El mundo es ancho y ajeno by Ciro Alegría

El mundo es ancho y ajeno by Ciro Alegría

autor:Ciro Alegría [Alegría, Ciro]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Histórico, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1941-01-01T05:00:00+00:00


—¿De ónde sacas eso? —preguntó Marguicha.

—De aquí —respondió Augusto señalándose el corazón.

—¿Cierto que será de oro la pata?

—Así dicen, ésta es laguna encantada…

Marguicha se quedó pensando en el oro. Era bello el oro. El oro del sol, el oro del trigo, el oro del metal. Ahora no había ninguno y todo estaba triste. No, sus cuerpos eran alegres todavía y se amaban.

Augusto dijo:

—Me iré a la selva.

—¿Al bosque?

—Al mesmo bosque, a sacar el caucho. Da mucha plata el caucho. Después nos iremos a comprar un terreno po algún lao. Aquí acabaremos mal con el maldito…

—¿Y si aura estoy preñada?

—Mejor, me esperarás con más constancia…

—Llévame con vos…

—La selva no es pa las mujeres… Hay peligros…

Augusto trocó a la comunidad el caballo bayo por los granos que le habían tocado y veinte soles. Marguicha fue a la casa de doña Felipa, una comunera, a pedirle agüita del buen querer. Doña Felipa surgió a raíz de la desaparición de Nasha Suro. No se la daba de bruja. Entendía de yerbas para los males, sobre todo de amor, los que curaba o mantenía. Entre Eulalia y Marguicha zurcieron las ropas de Augusto y le prepararon el fiambre. La mocita, en un momento en que no la veía la madre, roció la gallina frita con agüita del buen querer. Augusto se fue.

—Anda con bien —le dijo Rosendo.

Eulalia gimoteaba y los demás familiares y parientes lo despidieron en silencio.

—No te tardes mucho —le gritó Marguicha mientras se alejaba.

Augusto contuvo su deseo de voltear la cara a fin de que no lo vieran llorar y puso su bayo al galope.

En la lejana capital del departamento, el diario La Verdad, redactado por «elementos disociadores», publicó una breve información sobre el despojo sufrido por los comuneros de Rumi y un largo editorial hablando de las reivindicaciones indígenas. El diario La Patria, redactado por «hombres de orden», publicó una larga información sobre la sublevación de los indígenas de Rumi y un apremiante editorial pidiendo garantías. En la información decíase, entre otras cosas, que don Álvaro Amenábar se había visto obligado a demandar ciertas tierras a una indiada que las ocupaba ilícitamente. Los indios cedieron al principio, en vista de la justicia del reclamo, pero mal aconsejados por agitadores y el famoso bandolero llamado el Fiero Vásquez, se sublevaron dando horrorosa muerte al señor Roque Iñiguez. Sólo la intervención enérgica y decidida del teniente Brito, al mando de sus gendarmes, pudo impedir que cayeran víctimas del crimen otros hombres respetables y probos. El asunto no terminó allí, sino que el Fiero Vásquez y una decena de forajidos asaltaron el correo que conducía un expediente favorable a Amenábar. Los mismos continuaban cometiendo toda clase de crímenes. Por último, había llegado a la capital de la provincia un abogado que era miembro de la llamada Asociación Pro-Indígenas, quien, so capa de humanitarismo, alentaba reclamaciones injustas que no podían sino engendrar perturbadores desórdenes. El editorial hablaba del orden y la justicia basados en las necesidades de la nación y no en las pretensiones desorbitadas de indígenas ilusionados por agitadores profesionales.



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